La relación entre bitcoin y sistemas financieros quedará asociada para siempre, pero la tecnología blockchain es mucho más que eso. Su aplicación es variada y promete revolucionar industrias y sectores diversos, funcionando como un sello de confianza digital. En el fondo, se trata de una forma abierta y transparente de compartir datos a través de internet, garantizando que estos no puedan ser modificados o adaptados durante el camino que recorren en el ciberespacio. En la vertiente energética, su uso también comienza a coger fuerza. Resulta cada vez más habitual ver esta opción en proyectos que prueban descentralizar el modelo de distribución de energía tal como lo conocemos.
La transición energética está transformando el sector e introduciendo cambios que abren las puertas a una democratización de la producción de energía eléctrica, además de crear nuevos desafíos para los productores tradicionales. Estos pueden verse actualmente como un conjunto de cuestiones a las que conviene dar una respuesta rápida y eficiente, a riesgo de perder el tren de la innovación. Descentralización, digitalización y descarbonización son las tres ‘d’ en torno a las cuales giran las estrategias de los grandes actores energéticos, los cuales cuentan con una competencia cada vez mayor en la producción de energía.
Startups, municipios y ciudadanos particulares son los nuevos peones en el ajedrez de la energía, con capacidad para producir electricidad para sus necesidades, pero también para vender a terceros, ya sean productores tradicionales u otros. Pero, para que este modelo de negocio sea viable, es necesario que todos los actores formen parte de una misma comunidad o microgrid, sostenida por tecnologías como el blockchain.
En Portugal, localidades como Lisboa y Oporto ya han comenzado a dar los primeros pasos para la creación de estas ‘comunidades energéticas’. En la capital, por ejemplo, está en proyecto la instalación de una central fotovoltaica de 2MW en terrenos sin uso de un cementerio, con vistas a producir energía para uso de la propia localidad o vendida a terceros. Y en Oporto, con el apoyo de la Agencia de Energía de Oporto, hay en marcha un proyecto fotovoltaico que apuesta por las escuelas y por el carácter pedagógico, así como a través de un concurso para la instalación de 34 centrales que permitirán a la ciudad ahorrar cerca de 200 mil euros anuales. Sin embargo, hasta que todo esto pueda ser operativo, será necesario definir el modelo de comunidades energéticas y el marco legal que lo regule todo.